ESPERPENTO

«Desde el drama decadentista de sus primeros años, Ramón María del Valle-Inclán deriva hacia un teatro de inspiración shakespeariana (Comedias bárbaras, 1907-1923), ambientado en una Galicia feudal y bárbara. Sus personajes están dominados por un impulso demoníaco y destructivo. Una lujuria siniestra, un regodeo macabro conforman esta sórdida tragedia en la que afloran cuanto hay de repulsivo en la realidad. Aún había de progresar más en su camino hacia la creación de un drama crítico e hiriente.

En Divinas palabras (1920), «tragicomedia de aldea», la deformación expresionista alcanza una perfecta madurez. El feísmo desgarrador y la miseria moral de los personajes se funden con la estremecida compasión por una humanidad doliente. Por otra vía, la de la farsa (Farsa y licencia de la reina castiza, 1920), el poeta descompone y deshumaniza los personajes hasta convertirlos en muñecos grotescos y descoyunta la acción dramática hasta reducirla a un juego de guiñol1.

Con el patetismo monstruoso de los dramas galaicos y la caricatura sangrienta de las farsas, Ramón María del Valle-Inclán creará la más acabada muestra del teatro expresionista: el esperpento. El dramaturgo, inspirándose en Goya y quizá en Quevedo, se sitúa más allá del dolor y de la risa; mira desde el aire a sus personajes, con una mirada desdeñosa, inmisericorde. Compara su obra con un espejo cóncavo que nos devuelve una imagen sistemáticamente distorsionada de la realidad. En este reflejo paródico y monstruoso se encierra una crítica radical a la sociedad, que no propone soluciones o alternativas, que no pacta con ninguno de los personajes ni con las ideas que representan. Luces de bohemia (1920; 2ª redacción, 1924), Martes de carnaval (1921-1927), Retablo de la lujuria, de la avaricia y de la muerte (1913-1927) son un chafarriñón2 goyesco que retrata una España miserable y convulsa.»

 

1guiñol (RAE): Del fr. guignol. Teatro representado por medio de títeres que se manejan introduciendo una mano en su interior.

2chafarrinada (RAE): De chafarrinar. Borrón o mancha que desluce algo.

Fuente: Las épocas de la literatura española (de Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres. Ed. Ariel).

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